martes, febrero 19, 2008

Street Art: La calle como soporte para el arte

Caminando por la ciudad es posible percibir los diferentes símbolos plasmados en los muros. La lucha eterna que han dado los vecinos parece no dar resultado. Es que esa masa eufórica que grita a través de sus obras no da tregua al silencio de colores uniformes que opacan la ciudad.

La calle es y siempre será una galería para poder comunicar. “Publicidad de productos, rostros de famosos promocionando programas de televisión, afiches de fiestas o eventos, nos bombardean en el día a día. Agotan y cansan, ya que su único objetivo es conseguir algo de nosotros: dinero. Es en este contexto donde, los artistas, comienzan a tomarse los espacios urbanos, creando tan sólo por la necesidad de crear, por querer decir algo o tal vez, recordárselos constantemente a ellos mismos. Se toman a la fuerza y en forma gratuita, aquello lugares por los que otros pagan.”[1]

Parece ser que el arte callejero poco a poco ha ido interesando a los estudiosos y aquellos que realizan su arte en los formatos tradicionales. Son pocas las investigaciones que existen en este sentido, pero cada vez más los interesados en entender a estos jóvenes, la mayoría no pasa de los treinta años, que llevan su arte a un soporte tan pasajero.

Los objetivos de este trabajo son, primeramente, hacer un fugaz estudio a esta cultura urbana, definiendo conceptos básicos en esta relación. Para, finalmente, analizar la calle como soporte de arte.

INVESTIGACIÓN PRELIMINAR

El graffiti es una escritura, algunas veces doctrinaria, que se escribe o dibuja sobre los muros externos e internos. Del italiano graffio: rasguño. En términos generales, son inscripciones que se caracterizan por su pronta desaparición, por el anonimato y por la fuerte carga expresiva, por parte del emisor del texto.

Equívocamente se ha ligado el graffiti y toda muestra de arte urbano, a una forma de manifestación del hip hop, lo cual está lejos de transformarse en una regla. Sobre todo en la actualidad, que son numerosos los grupos que se expresan en los muros de la ciudad.

El graffiti siempre fue una forma de comunicación oculta, subterránea, basada en códigos de identificación que buscan transgredir o evadir lo establecido. La vieja izquierda, los hippies, los desempleados, los solitarios eternos, grupos de minorías y otros implementaron su práctica en los años ’70 y ’80. En los ’90, grupos no tan marginales asumieron el rol de graffiteros. La marginalidad, no obstante, subsistiría frente al discurso oficial que lo catalogaría siempre dentro de los submundos sociales o de los que no encajan dentro de lo “culto”.

En otras latitudes, el graffiti externo, de evidente signo creador, ha tenido un gran desarrollo y se le respeta. La revolución cultural del ’68 con sede en París, realizó importantes creaciones que aún persisten como testimonio en los muros de la ciudad de una juventud que solicitó un cambio vital. En ese mismo año, en Méjico, los muros tomaron la palabra. “No queremos olimpiadas, queremos revolución”. En China, el graffiti icónico embellece ciudades y es una tradición. El arte de caballete ha tomado en cuenta el facultativo mural y lo ha incorporado al quehacer de la pintura contemporánea. Por último, para los habitantes de la ciudad de New York, en donde el metro es un transporte imprescindible, el graffiti de inscripciones y dibujos constituye un placer para los transeúntes que circundan el lugar. Expresan, sobre todo los jóvenes, lo que pasa, cómo sienten la gran ciudad y sus efectos, y lo transmiten a la gente del entorno. Lo que se inició como una forma de expresión clandestina se ha convertido con el pasar del tiempo en un digno trabajo, de acuerdo con el talento de los emisores. De esta manera, el graffiti en algunas ciudades ha dejado atrás el anonimato y posee su permanencia.

El graffiti resulta momentáneo, por la interferencia de la brocha gruesa de pintura que lo elimina paulatinamente. Por eso, su vigencia en el estar aquí-ahora se concreta en lo circunstancial-inmediato, en relación con temas políticos, racistas, sexuales y otros. Temas enfocados, usualmente, bajo un intenso tono de humor negro, en torno a protestas y demandas de población. Es entonces importante señalar que “no todo es raya, no todo es graffiti”. Se distingue una división entre el graffiti como forma artística y el netamente de protesta.

En cuanto al graffiti de arte, este busca trascender en un muro, basándose igualmente en la temporalidad de la obra. Últimamente, se ha logrado fomentar entre los seguidores de este arte el respeto por lo que ya está expuesto. De esta forma, la duración se ha prolongado en mucho de los casos. Aún así, los artistas ven la necesidad de fotografiar sus obras, como único sustento de lo realizado.

LA BÚSQUEDA DE NUEVAS TÉCNICAS

Se afirma que el aburrimiento, la limpieza de las paredes, la monotonía del blanco resultan una tentación para escribir sobre los muros. El street art va más allá. Las carencias, las necesidades de ruptura, de diálogo con el otro colectivo reafirman la presencia de estos rasguños significantes.

Los escritores, como se hacen llamar, han ido evolucionando y con ellos su arte. Muchos, han dejado de lado el spray y se han dado a la búsqueda de nuevas técnicas. A mediados de los ’90, aparece en escena el norteamericano Shepard Fairey, quien comenzó un experimento “academico” a través de una experiencia en fenomenología. Es decir, lo que buscaba el tipo era ver las diferentes reacciones de la gente ante una imagen con una marca de la que nada se sabía y a la vez absurda. Nadie quedo indiferente ante el “street marketing” de Shepard.” [2] A partir de entonces se transforma en un referente para otros artistas que intervienen los espacios.

Es así como aparece el street art. Como una búsqueda alternativa de manifestarse en las calles, también definido como “Post-graffiti”. Stickers, afiches, stencil, todo aquello que no se realice a mano alzada con spray, pertenece a esta categoría.

LA CALLE: MUSEO ABIERTO

Que Santiago no es Chile, hace tiempo está claro. Para artistas que se dedican a esto, lo está más aún. Por algo, a pesar que en la capital hay muy buenos exponentes, donde mayor fuerza ha tomado el street art, como tal, es en regiones.

En Concepción se ha desarrollado de manera explosiva. No sólo se refiere al graffiti, del cual ya sabemos bastante. Esta nueva forma de arte urbano va más allá en la experimentación de materiales para intervenir la ciudad. Collage, stickers, stencil y otros, indagan en alternativas que saquen al transeúnte de su monotonía y lo obliguen a prestar atención a lo que lo rodea.

Los códigos están abiertos, no existe la clara explicación de lo que quieren que sus espectadores piensen. Y la manifestación parece enfrentarse a cada momento con lo que se enseña en las aulas de Facultades de Arte.

En definitiva las calles de nuestro país, en diversas regiones, se han ido transformando poco a poco en un museo abierto, que puede disgustar a muchos, pero para otros significa el acercamiento del arte a quienes no tienen libre acceso a ello. Es cuestionable, sin embargo, la temporalidad de las piezas. “La presencia del arte, y por lo tanto su localización, está amenazada. Y es exactamente ahí donde reside la solución a la amenaza: en la cuestión de la temporalidad del arte de hoy. Hemos alcanzado el límite de velocidad, la capacidad de ubicuidad, de instantaneidad e inmediación. El hecho de haber roto el muro de la velocidad de la luz nos hace contemporáneos de la ubicuidad. El arte entra en una fase de globalización.[3]

En ello podríamos concluir que el street art es resultado de la globalización, pero a su vez es la protesta contra ella. Es vivir el ahora, una instantaneidad que deshumaniza y la cual intenta revertirse. Es plasmar lo que los medios no dan espacio para transmitir. Es generar producciones de arte en masa, que no permanecerán, pero que a su vez asumen su naturaleza original. “La repulsión frente al arte masivo, el "mal gusto" y el kitsch, se observa en las reflexiones que sobre la industria cultural realizó la Escuela de Francfort, especialmente Adorno y Horkheimer, origen de infinidad de posiciones teóricas e ideológicas al respecto. "Cultura de mercado" versus "cultura erudita"; "cultura de masas" versus "cultura culta". La discusión sobre cuál es el "verdadero" arte, si el promovido por las industrias culturales o el elaborado con la autenticidad de la individualidad creadora, es desde el siglo XIX una de las preocupaciones más trabajadas en las estéticas modernas y sigue atormentando a los posmodernos. Las relaciones de hoy día entre la tecnología y la cultura, manifiestas en la industria editorial, la prensa, el cine, la fotografía, la televisión, la microelectrónica y las redes, hacen parte de una situación límite que obliga a pensar las rivalidades con nuevas categorías, superando las antiguas dicotomías moralizantes, para asimilar y observar mejor las múltiples posibilidades estéticas que la cultura del mercado y la estetización ofrecen.”[4]

¿Qué podría tener de diferente una obra de Van Gogh con una de Alme, artista chileno? Más allá del soporte, estilo y el peso que le da los años, parece que cada vez se estrechan más los límites que diferencian a un artista “serio” de uno que supuestamente lo hace sólo por diversión. Ambos buscan trascender y plasmar parte de su propio ego en una manifestación.

El street art, está lejos de transformarse en un sustento para vivir. Muchos de los artistas nacionales han debido emigrar a otros países donde además de plasmar su arte, se han perfeccionado y destacado. Chile va perdiendo sus talentos, por considerarlos muchas veces incluso como delincuentes. Y frente a esto es válido cuestionarse si es mejor un muro gris a llenarlo de colores, con una buena pieza. ¿O no le hubiese gustado que Van Gogh le pintara un muro de su hogar?



[1] Street Art, José Yutronic. Revista InFame, año 1 número 0, Pág. 70

[3] Entrevista a Alles Ferting, http://www.accpar.org/numero3/virilio.htm

[4] Carlos Fajardo: El arte y la cultura en las esferas globales

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